Lo discutíamos entre compañeros hace poco. Unos
se quejaban por su exceso de tolerancia frente a la crítica incisiva y
mordaz de quienes no le perdonan sus éxitos.
Otros, por lo
permisivo que se muestra frente a funcionarios que traicionan su
confianza. Los más generosos no justifican su parsimonia frente a
problemas de Estado que llegan a hacer crisis aguardando su decisión. Y
hay hasta quienes le critican la imputabilidad con que llega a los actos
oficiales, ignorando el viejo dicho monárquico de que “la prisa es de
plebeyos” y que los Presidentes nunca llegan tarde porque son siempre
los invitados los que llegan muy temprano...