lunes, 30 de abril de 2012

Al final del día, Leonel siempre tiene la razón

FUERA DE CÁMARA
César Medina
lobarnechea1@hotmail.com
Lo discutíamos entre compañeros hace poco. Unos se quejaban por su exceso de tolerancia frente a la crítica incisiva y mordaz de quienes no le perdonan sus éxitos.
Otros, por lo permisivo que se muestra frente a funcionarios que traicionan su confianza. Los más generosos no justifican su parsimonia frente a problemas de Estado que llegan a hacer crisis aguardando su decisión. Y hay hasta quienes le critican la imputabilidad con que llega a los actos oficiales, ignorando el viejo dicho monárquico de que “la prisa es de plebeyos” y que los Presidentes nunca llegan tarde porque son siempre los invitados los que llegan muy temprano...

En lo que todos coinciden es en que al final del día Leonel Fernández termina teniendo la razón.
Eso lo aprendí hace rato. Tal vez en su primer período de gobierno, cuando era un bisoño Presidente. Me costó mucho comprenderlo.
Porque, irreverente al fin, le mostraba mi disgusto por todas esas cosas que no entendía de aquella personalidad distraída que aparentemente no se percataba de lo que estaba ocurriendo a su alrededor.
Pero siempre ha sido esa una falsa apreciación. Porque Leonel se da cuenta de todo, sólo que sabe dosificar su atención sobre las cosas que realmente pueden interesarle.
A veces luce ensimismado, como ausente, sin mirar lo que está viendo. Y es ahí donde algunos se equivocan.
Puede ser una enseñanza de la academia, en los tiempos de una UASD anárquica donde el profesor sólo lograba y concentraba la atención del alumno en base a la intuición inteligente y a su extraordinaria capacidad expresiva.
Porque en esa época la autoridad académica sólo la imponía el talento del profesor. Jamás la fuerza que podía dimanar de la condición de docente. Fueron tiempos en que cualquier estudiante podía fácilmente acompañar el bolígrafo de la camisa con la pistola del cinto. Como si nada estuviera pasando.
Y...¡ay de aquél profesor que se equivocara con él! En esos manejos Leonel sacó 100 como profesor de la UASD.
Cuesta mucho entenderlo
A sus colaboradores más cercanos les cuesta mucho entender a Leonel Fernández. Para todo se toma un tiempo que algunos entienden más prolongado de lo prudente.
No parece tener prisa en nada.
Ni siquiera en esos asuntos de Estado que aparentan exigir decisiones rápidas y concluyentes.
Quienes pasan tiempo de oficina a su lado o en su entorno-- muy pocas personas, no más de cinco que le asisten en la cotidianidad del trabajo diario-- han aprendido a conocer su estilo reservado y en ocasiones distante. Pero también saben que dentro de su trato respetuoso y casi familiar, es capaz de echar un San Antonio cuando se enfada si las cosas no se hacen bien o si mete la pata por una imprevisión o por una información incorrecta o que no le llegue a tiempo.
Leonel es un Presidente enigmático a veces. Ha aprendido con casi 12 años en la Presidencia que el poder real lo da no sólo la ostentación del cargo-- que siempre es coyuntural y momentáneo-- sino el misterio de un intangible que siempre acompaña la solemnidad que implica ser el primero entre sus iguales. Y sus iguales son casi 11 millones de dominicanos a quienes tiene que liderar y saber conducir por el camino del respeto, la dignidad, el orden, la convivencia pacífica y el crecimiento en todos los sentidos.
Los Presidentes democráticos que hemos tenido en estos 168 años de vida republicana pueden contarse con los dedos de las manos. Pero de ellos los que han pasado por el poder para dejar una impronta y pasar a la historia como buenos Presidentes, pueden contarse con los dedos de una sola mano. Y sobran dedos. Y entre esos está Leonel Fernández.
Exceso de tolerancia
Por eso digo que al final del día Leonel termina teniendo la razón.
Porque se engrandece cuando tolera que lo insulten injustamente.
Que menoscaben su condición de líder. Que lo “chiquiteen” como Presidente. Que lo “ninguneen” como intelectual. Y que hasta cuestionen su condición de hombre honesto que está por encima de la riqueza material, como han llegado a hacer los más atrevidos.
Pero él no les hace ningún caso.
Los ignora. Y cada día demuestra que es impermeable a los insultos.
Que es el único líder que tiene este país. Que es el más grande de todos los Presidentes que hemos tenido-- equiparado sólo con Balaguer, pero sin sangre y sin presos--, y que es uno de los intelectuales mejor formados y más acabados que hay actualmente en la política latinoamericana.
Después de doce años siendo Presidente, Leonel Fernández es un verdadero orgullo para los dominicanos sensatos y desapasionados, sin importar simpatías partidarias. Es un caballero. Es un hombre decente. Bien educado.
No tiene vicios. Respetuoso de los demás. Buen padre. Buen hijo. Buen esposo. Buen ciudadano.
Buen amigo...Y como figura internacional enorgullece a los dominicanos.
No tengo la menor duda de que Peña Gómez, Balaguer, Juan Bosch, Majluta, Jacinto Peynado y los demás líderes de la política contemporánea que ya se nos fueron, se sienten orgullosos, donde quiera que estén, de haber sido relevados en el liderazgo nacional por un hombre de las condiciones de Leonel Fernández.
Y que conste, creo que los halagos a los hombres cuando están en el Estado siempre son perniciosos porque el Poder siempre corrompe. Pero las injusticias corrompen mucho mas. Sobre todo cuando llega acompañada de la envidia.

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